La republiqueta popular
Por: Luis Dávila Colón
En la columna El Muro de los Lamentos analizamos el miércoles, a manera de una fotografía de larga exposición, las declaraciones de repulsa al ELA y los deseos de una nación soberana expresados por el más alto liderato del Partido Popular. Por sí solas, esas acciones y declaraciones unilaterales de voluntad debieran plebiscitar las elecciones del 2008. El país debe tomar nota.
Eso de por sí no es ni malo ni bueno. Lo que es sumamente inmoral es que lo oculten y nos engañen. Que avancen la independencia y lo nieguen. Que promuevan la separación y lo renieguen. Que promuevan la nación soberana y nos digan que se trata del “desarrollo del mismo Estado Libre Asociado”. Que admitan que esto es “ingobernable” y que cuando lleguen las campañas plebiscitarias nos aseguren que el ELA es “lo mejor de dos mundos”. Que nos digan que la ciudadanía americana no es importante, pero que se aferren a los billones en fondos y a las prebendas económicas que conlleva compartir una misma ciudadanía e identidad nacional.
Tomadas en el agregado, las declaraciones del más alto liderato del PPD no pueden implicar otra cosa que una admisión colectiva de que el Estado Libre Asociado colapsó. Cuando Rafael Hernández Colón asegura que el ELA “es ingobernable” y Willie Miranda Marín afirma que “ya no nos aglutina” y Sila María Calderón declara que “es ineficaz para atajar la pobreza”, unánimemente están diciendo que la Ley 600 de Relaciones Federales y la Constitución de 1952 fracasaron en las siguientes promesas sociales: 1) en promover el bienestar general y asegurar el goce cabal de los derechos; 2) crear un sistema democrático para la vida de la comunidad puertorriqueña; 3) organizarnos políticamente; y 4) viabilizar la búsqueda de la felicidad individual y colectiva.
Cuando Aníbal Acevedo Vilá y Willie Miranda Marín coinciden en que la ciudadanía americana ya no es importante y que es necesario crear una nueva personalidad nacional e internacional, en realidad lo que están haciendo es repudiar el Preámbulo de la Constitución del ELA que expresamente señala: “Que consideramos factores determinantes en nuestra vida la ciudadanía de los Estados Unidos de América y la aspiración a continuamente enriquecer nuestro acervo democrático en el disfrute individual y colectivo de sus derechos y prerrogativas.”
Cuando todo el liderato popular, empezando por el Gobernador, demanda la misma soberanía de una nación europea, o de Tailandia o Singapur, o de las pequeñas repúblicas del Caribe, en realidad lo que están haciendo es renegando la estructura y las bases de la Ley 600 y el concepto de “nuestra Unión con los Estados Unidos de América” consagrado en el Preámbulo de la Constitución del ELA y en los Artículos 1 y 2 de la Ley de Relaciones Federales. Cuando el Partido Popular como colectivo aboga por una nueva legislatura unicameral y solicita una nueva Convención Constituyente, en realidad lo que nos están diciendo es que la Constitución de 1952 es un anacronismo inservible que no salvaguarda la representatividad de los puertorriqueños y es necesario suplantarla convocando a una nueva asamblea que la sustituya con un nuevo orden jurídico soberano.
Cuando Miranda Marín afirma que ni la ciudadanía, ni la moneda común, ni el mercado común, ni la defensa común, son importantes para el desarrollo futuro, está renegando de plano los pilares históricos del ELA. Obviamente, si ser estadounidense no es importante, ¿por qué querer serlo? Si el dólar no es tan importante, ¿por qué no decirle al país que no necesitamos los $15 mil millones en fondos federales anuales y por qué no le explicamos de dónde sustituiremos la fuente de ingresos del Tío Sam? Si el mercado común queda relegado a un segundo plano detrás de la Unión Europea, entonces no hay necesidad de mantener fronteras abiertas, ni libre tránsito de bienes y ciudadanos, ni mercados abiertos. Si Puerto Rico es “una nación sociológicamente distinta a los Estados Unidos”, como dice Acevedo Vilá, y tiene además una “mentalidad sicológica de dependencia y de mantengo” como dicen Sila Calderón y Hernández Agosto, entonces lo lógico sería pensar que debemos separarnos e independizarnos de aquello que nos amarra con la subsistencia y que nos mantiene con los billones de sus extranjeros contribuyentes.
En otras palabras, cuando se llega a la mayoría de edad, la emancipación, la autodeterminación, la independencia económica y la autosustentabilidad, son las únicas alternativas a la sumisión, a la dependencia y a la subordinación política. Eso implica, por supuesto, tejer nuestra propia tela y hornear nuestro propio pan. Y es precisamente en ese punto donde el muro popular de los lamentos choca contra la realidad monda y lironda de la soñada republiqueta popular. Porque una cosa es decir que se quiere la libertad para hacer lo que se le venga en gana al gobierno y otra, explicarle al país cómo habrá de sostenerse y sobrevivir el Pueblo en esa libertad colectiva que, a la vez, implica independencia económica, rentabilidad fiscal y autosuficiencia monetaria.
La hipocresía del Partido Popular estriba en su jaibería. Detestan el idioma inglés, pero no saben vivir sin los verdes del “In God we trust”. Aborrecen los mercados abiertos, la libre competencia y las megatiendas, pero hacen lo indecible por atraer ese capital “extranjero” a que arriesgue billones de sus haberes y activos, en un país caótico, anárquico, improductivo, mal agradecido, en depresión económica, con un ordenamiento de derecho hostil al capital, con una burocracia insufrible, con unos costos exorbitantes de servicio público, con un gobierno acaparador, con un sistema tributario confiscatorio y anatema a la creación de capitales, y con una mentalidad de fobia antiyanqui y antiempresarial que le brota por todos los poros.
Sí. La libertad colectiva es un ideal noble y digno al que no hay que temer. Pero también tiene un costo. El precio prohibitivo del que el PPD no quiere hablar.
La emancipación, el libre albedrío y la autodeterminación conllevan precisamente eso: la liberación y la independencia. Con todos sus derechos y todos sus deberes y responsabilidades de proveer, sostener, alimentar, educar y mantener a 4 millones de ciudadanos en un nivel y calidad de vida superior al que se vive hoy. Y ese es el origen del fraude, el engaño y el dolor de la república del Partido Popular. Quieren la libertad mantenida, el libertinaje sostenido y la soberanía sin responsabilidad fiscal. Y después de la patraña del 52, quieren que volvamos a comprarles este otro cuento de la soberanía gratuita y sin sacrificios...
Source: http://www.vocero.com/noticias.asp?s=Comentarios&n=99531
sábado, 13 de octubre de 2007
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